Oro, terremotos, hippies y Silicon Valley

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Pocas veces la historia de una ciudad nos brinda tantas oportunidades, normalmente poco aprovechadas, para aprender. Pero empecemos por el principio.

La Bahía de San Francisco, habitada durante miles de años por tribus indias, fue pisada a mediados del siglo XVI por los primeros europeos: el español Juan Rodríguez y más tarde el inglés Drake, lo cual dio inicio, sin lugar a dudas, a una época de maltrato a los hogareños. 

Dos siglos más tarde, bajo la influencia del Rey Carlos III de España, se favoreció la implantación de los monjes franciscanos en la Bahía, compartiendo la influencia en la zona con los ingleses cuando, a finales del siglo XVIII, el explorador George Vancouver estableció una base que denominó “Yerba Buena”, en relación a la frondosidad y calidad de sus tierras. Pocos años más tarde, los colonos rusos que fundaron Fuerte Rus en 1812 y otros colonos europeos se fueron asentando en la zona. Tras un breve periodo de dominio mexicano, cuando la Bahía se independizó de España, John Drake Sloat declaró California como territorio de Estados Unidos exactamente en el año 1846. En aquel momento, los americanos cambiaron el nombre de “Yerba Buena” a “San Francisco”.

Gambusino (buscador de minerales o minero de pequeña escala) cribando en el río Mokelumne, California.

Y, casualidades de la historia, dos años más tarde, se descubrió ORO en esas tierras. Este breve contexto inicial ya nos revela que estamos hablando de una tierra de llegadas, pero con el descubrimiento del oro, la cosa se desmadró.

Por un tiempo, California fue conocida como “Nueva Helvecia” porque John Sutter, un aventurero suizo, cómo no, tratándose de oro, realizó todas las compras de tierras que pudo a los colonos rusos de la zona.

Agradecidos deben estarles los americanos a los suizos; mala cosa para ellos que los rusos hubiesen tenido sus grandes riquezas en California.

Bien, lo que pasó a continuación no es difícil de imaginar; gente de todo el mundo, por tierra y por mar. San Francisco se convirtió en una potencia naval, comercial y financiera.

En 1869 llegó el ferrocarril, la influencia inglesa se asentó y los “nuevos americanos” empezaron a dictar normas discriminatorias contra japoneses, chinos e hispanos.

Con esta vorágine, tuvo lugar la CATÁSTROFE NATURAL más grande de la historia de EE.UU. Ya en 1864, 1898, 1990 San Francisco sufrió terremotos, pero fue a las 5:12 AM del 18 de abril de 1906 cuando la falla de san Andrés se deslizó a lo largo de 430 Km. San Francisco quedó arrasada en un 80% y los incendios ardieron descontroladamente durante 4 días. Se estima que 3.000 personas murieron en el acto y 250.000 quedaron sin hogar.

Nuevamente, los de San Francisco fueron protagonistas de un hecho histórico. La ciudad se reconstruyó en menos de 10 años y en 1915 fue elegida para la exposición internacional de Panamá y Pacífico. Una peculiaridad más de resiliencia de los lugareños es que, en aquel momento, crearon la primera agencia de empleo de América. Katharine Felton, su fundadora, consiguió recolocar, dar trabajo y captar talento para activar la ciudad.

Policías preparados para actuar en medio de la pandemia en Seattle, Estados Unidos.

Ese mismo 18 de octubre se ordenó el uso de la mascarilla a barberos, empleados de hoteles, dependientes de tiendas básicas y cualquier trabajador con contacto al público.

Pero la historia es caprichosa y, apenas lograr este milagro, el 27 de septiembre de 1918 un residente llegado de Chicago enfermó. El Dr. Wilian Hassler, responsable de salud de San Francisco, dictaminó el primer caso de la PANDEMIA DE LA INFLUENCIA (la gripe llamada “española” que mató entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo). El 9 de octubre, la ciudad ya tenía 169 casos y, en pocos días, el número aumentó a más de 2.000. El 17 de octubre, el alcalde James Rolph junto con Hassler, responsables de la Cruz Roja, el ejército, los marines, los cines, los teatros y otros garantes de la ciudad, discutieron sobre la orden de cierre y confinamiento domiciliario. A la 1:00 am del 18 de octubre se implantaron una serie de medidas, como evitar el tranvía en horas punta y que tuviera las ventanillas abiertas, cerrar los salones de baile, dar prioridad a la higiene personal, cerrar escuelas y espacios públicos, dar prelación a los enfermos de la pandemia en el hospital y prohibir las reuniones sociales.

El 25 de octubre, Rolph y Hassler ordenaron el uso obligatorio de la mascarilla en público. Evidentemente, mascarillas de auto elaboración con el reto de conseguir gasas y, en muchos casos, de dudosa porosidad.  Es curioso que, más de cien años después, nos haya costado mucho más de treinta días tomar ciertas medidas y decidir que la mascarilla es la medida más eficaz hasta que se encuentre la solución. Pero claro, cien años después, las mascarillas ni estaban, ni se esperaban.

Diez años más tarde, como todo el mundo occidental, Estados Unidos sufrió las consecuencias de la GRAN DEPRESIÓN de 1929. A los de San Francisco, igual que a los neoyorquinos en la otra costa, les tocó la peor parte. Pero lejos de afectarles, les dio por construir puentes, nada menos que el Bay Bridge, el puente más largo del mundo (7,9 Km) en aquel momento, y el Golden Gate, quizá el más famoso, para unir la Bahía, San Francisco y Oakland.

La expansión de los de San Francisco siguió con la creación de los astilleros para construir los navíos americanos en la Segunda Guerra Mundial, siendo un enclave determinante para la Guerra del Pacífico. Fueron protagonistas en la creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945, y potenciaron continuamente las instituciones académicas como la Universidad de Stanford. De hecho, hay más de 20 premios Nobel otorgados a profesores de la Universidad de Stanford.

Con esta expansión económica e intelectual, cómo no, los de la Bahía no tenían suficiente. Quizá por lo de la Ley del Péndulo, que afirma que los extremos quieren explorarse y atraerse, nació en la década de los 60 el MOVIMIENTO HIPPIE, y los de San Francisco volvieron a ser protagonistas de la historia. Un movimiento de juventud, de liberación femenina, de igualdad racial, contra el aburguesamiento social, contra la necesidad de trabajar, contra la organización científica y racional del trabajo y contra la familia como referente social.

Simpatizantes o detractores, lo evidente era el constante protagonismo e inquietud para promover cambios y evolucionar, con lo cual esta pequeña parte del mundo siempre ha logrado deleitarnos.

Y siguieron con su idea increíble, extravagante, espeluznante, inverosímil, inabordable de promover el talento a saco a través de universidades e instituciones académicas. Y ¡cuidado! Aún digo más. También pensaron, mira que listos los tíos, que quien tiene el talento debe ser quien lo ejecute. Y fue la Universidad de Stanford de San Francisco donde el prestigioso ingeniero académico Frederick Terman se propuso crear una comunidad de académicos técnicos, lo que acabó siendo el embrión de SILICON VALLEY.

Terman dijo: “No había mucho aquí y el resto del mundo parecía tremendamente grande. Ahora, gran parte del resto del mundo está aquí.”

De los colonos a las Big Tech. Evolución de la Bahía de San Francisco.

Hubo grandes personajes en esa bahía, como William Hewlett y David Packard (creadores de Hewlett Packard), Edward Glinzton (desarrollador del microondas), Robert Norton (creador del microchip), Sherman Fairtchild (desarrollador de componentes electrónicos para la industria espacial), y también inventaron el transistor y después el chip de silicio.

Se consiguió que los ingenieros e investigadores hicieran de profesores y los profesores de empresarios, y que las universidades apostaran por sus alumnos y éstos lucharan por hacer realidad la ciencia ficción. Asimismo, lograron que el dinero se hiciera presente creando grandes firmas de capital riesgo o de forma filantrópica.

Silicon Valley es hasta difícil de imaginar. Quizá la explicación está más lejos, cuando gente venida de todo el mundo se asentó en una bahía, o cuando, por sorpresa, apareció oro, o la destrucción casi total provocada por terremotos, o la pandemia y la crisis, la guerra o los hippies… pero allí están los nombres tan poco conocidos de Google, Yahoo, Intel, Cisco, Symantec, Hewlett Packard, Oracle, Apple, Adobe, eBay, LinkedIn y otras tantas sucursales de grandes empresas tecnológicas y de servicios.

¡Ah! Pero acordaos de la Ley del Péndulo: Entre los tres extremos de la Bahía (San Francisco, Oakland y San José), más de 25.000 personas no tienen donde vivir, encontrándose dentro del top de los territorios occidentales con más casos de HOMELESS.

¡Si fuera más fácil aprender y comprender quizá no nos pasaría lo que nos pasa!                               


Por Francesc M. Puig,
Managing Partner en ISPROX

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