¿Subsistencia o progreso? Hacia una nueva revolución energética y de movilidad

Editorial, Tu Dosis de RRHH

Es aceptado que fue Henry Ford en 1913 quien arrancó en Michigan la producción en masa del coche, pero fue uno de los genios de la humanidad Leonardo Da vinci que ya en 1495 dejó muestras del primer concepto de vehículo.

Entre uno y otro, mucho más cerca del segundo que del genio, el francés Nicolas-Joseph Cugnot inventó el coche-máquina de dos cilindros en 1769. Y, curiosamente, mucho antes de lo que un profano en la materia podía pensar, en 1832 Robert Anderson creó un vehículo eléctrico que muy lejos no anduvo porque no tenía baterías recargables.

Prototipo de motor presentado el 29 de junio de 1886 por Karl Benz en su solicitud de patente de un automóvil.

Ya entre 1870 y 1890 se crearon los coches de combustión, el de gasolina imputable a Siegfried Marcus, aunque fue un americano listo, Georg Baldwin, quien lo patentó. Y un tal Karl Benz que lo desarrolló en nuestro continente allá por 1885. Después vino el Sr. Diesel, Rudolf Diesel, que mejoró su rendimiento térmico y carburante.

Nada, todo junto se hizo en poco tiempo si lo comparamos con los 400 años que el Sr. Da Vinci tardó a anticiparnos cómo nos moveríamos.

Y, después, durante muchos años, poco más: mucha producción, algo de airbag, tecnología táctil, ABS y botoncitos, muchos botoncitos, pero ningún cambio sustancial a lo que hacía el bueno de Ford hace más de un siglo.

De repente, por exigencias ligeritas como la supervivencia del planeta, nos dicen que los nuevos coches van a tener 20.000 piezas y no las 30.000 que tienen ahora, que necesitarán electricidad y ¡de dónde va a salir tanta electricidad! Tendrá que ser a escala mundial, si no la cosa no va a funcionar, y, claro, encima vamos mal de tiempo.

Es indudable que – al igual que la revolución de las comunicaciones, la conectividad, los dispositivos móviles y sus funcionalidades – ahora entramos en la era de la revolución de la movilidad y el cambio de modelo energético.

Por salud mental, quiero acordarme siempre de la evidencia de que la humanidad va cada vez a mejor. Reducción continuada de la pobreza extrema (Banco Mundial), reducción de la mortalidad infantil, reducción del número de horas trabajadas (OMT), incremento de la esperanza de vida (P&P), mayor acceso mundial continuo a la tecnología…

Pero, ante estas evidencias, tampoco hay que olvidar que la educación aún no empata a la codicia y es, por desgracia, la tardía concienciación de que nos estamos autodestruyendo el mayor motor de los cambios y las revoluciones.

Me animo a ver como una motivación para el cambio el hecho de que en algunas ciudades del mundo a veces el aire no permita una correcta visibilidad. También que las clases medias de zonas residenciales de California no encuentren compañías para asegurar sus casas contra los incendios.

Puede ser también un motor para el cambio que en estos meses el Dow Jones, el S&P 500, el Dax, el Nikkei (desde 1990), estén en los valores máximos y muy máximos de toda su historia mientras el mundo está en una de las crisis (no bélicas) mayores de la época moderna-contemporánea y que nos demos cuenta de que las valoraciones de las empresas y la evolución del mercado de capitales no tienen nada que ver con la realidad de la humanidad. Y si todos estos motores para el cambio no fueran ya de por sí tan dramáticos también podría añadir que resultan motivadoras las inundaciones, sequías y catástrofes climáticas cada vez más habituales.

Imagen satelital de los incendios en la costa del Pacífico
Imagen satelital de las cenizas que dejaron los incendios de la costa del Pacífico en 2020

Desde hace miles de años, a los grandes problemas se les buscaban unos pocos grandes culpables, y los malos dirigentes prometían terminar con esos grandes culpables. Esos grandes culpables que ahora podemos hacer ver que son la pobreza de la inmigración, los políticos, las élites empresariales, los privilegios sindicales y cualquier otra cosa que se nos ocurra demonizar cuando no tenemos empleo, o hay inseguridad y delincuencia, o los precios de las necesidades básicas suben, o la movilidad no funciona, o se queman los bosques, o…

Igual que se gana mi respeto quien es capaz de cambiar de criterio, parámetros de la vida o partido político (incluso de equipo de fútbol), desconfío de los que plantean culpables para poder ofrecer como única solución acabar con los culpables.

Por suerte, existen sociedades que eligen a dirigentes como la Sra. Angela Merkel que marcan los caminos y el dinero que ahora Europa activa para iniciar una nueva revolución.

Las bases están asentadas para un cambio energético, digital y de movilidad, pero más vale que lo hagamos bien, porque, como mínimo, este dinero los europeos lo tendremos que retribuir, si es que no hay que devolverlo.

Y he aquí la parte relevante de esta historia: El reto no es tener el dinero, ni siquiera la tecnología o las patentes o los medios de producción. El reto, como en todas las revoluciones, está en las personas.

La clave de todas las organizaciones y el logro de sus objetivos está en las personas que lo forman, todo empieza y acaba en esto. Y los tiempos cada vez requieren de personas con mayores competencias colaborativas, transversales, organizativas, multidisciplinarias, adaptativas, intuitivas, imaginativas y de valores.

El reto como país está en nuestros jóvenes y en darles esa formación y competencias. Ahora, por desgracia, muchos de los proyectos que por el factor capital que se ha activado podríamos realizar no se materializaran por la falta de talento en genérico. Nuestro ecosistema de recursos humanos no es óptimo y su optimización requiere años. Sería bueno poner el foco como sociedad en este aspecto para que en la próxima revolución podamos explotar todas las oportunidades.

Ahora tendremos que lidiar con la falta de talento, la lucha de todas las organizaciones para captarlo y generar buenos equipos para poder desarrollar el máximo de proyectos, que, desafortunadamente, serán muchos menos de los necesarios.

Ojalá aprendamos que la importancia del factor humano no es comparable al factor del capital tecnológico y de materias primas.

Por tanto, sí, animado porque vamos a luchar contra la carbonización de la atmósfera por pura subsistencia y, sí, animado porque también hay colectivos en el mundo en los que la formación educativa ya supera a la codicia.


Por Francesc M. Puig,
Managing Partner en ISPROX

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